El partido de llerena a finales del XVIII

El partido de llerena a finales del XVIII

domingo, 9 de octubre de 2016

GUADALCANAL SIGLO XX (1931-1940)


 

El 23 de julio último, durante la celebración de las Jornadas Culturales de Santiago y Santa Ana en Guadalcanal, tuve la suerte y el honor de presentar el magnífico libro de don Ignacio Gómez Galván, titulado GUADALCANAL SIGLO XX (1931-1940), en los siguientes términos:

       (El presentador, Manuel Maldonado)
Conocí a Ignacio a principios de siglo en el Archivo Municipal de Guadalcanal.

Como somos de la misma edad, podría haberlo conocido en las atracciones infantiles de la feria durante los años cincuenta, en los guateques celebrados en la capilla de San Vicente en la década de los sesenta, o también en el entorno de la piscina.

        Pero no fue así, como digo nos conocimos en nuestro hábitat natural, allí donde solemos dar riendas sueltas a ciertas inquietudes y cumplir con nuestro compromiso social­­.

Y en el Archivo, aparte de un cómplice, un amigo y solidario colaborador, me encontré con una persona ilusionada y comprometida con la Cultura y con Guadalcanal.

Y no son halagos regalados propios de un acto como éste. La ilusión y el compromiso son cualidades constatadas en nuestro amigo Ignacio, como lo ha demostrado durante los cuatro años que ejerció como concejal de cultura, la hermana pobre de los presupuestos de cualquier  Ayuntamiento, fajándose durante los mismos en defensa de la cultura en Guadalcanal, o como autor de varias obras. Así:

• En 2005, para celebrar el 400 aniversario de la publicación de El Quijote, escribió y editó el libro Cervantes en Guadalcanal.

• En 2009 presentó Nuestros Recuerdos, dedicado a conmemorar el centenario de las Hermanas de la Doctrina Cristiana.

• En el 2012, con la coautoría de Rafael Rodríguez Jiménez, La Encajera, Vivencias de una familia.

• En el 2015, Semana Santa de Guadalcanal y sus pregoneros.

• Para este año tiene preparado una segunda edición del libro Cervantes en Guadalcanal, enriquecido con nuevos personajes.

• Y desde 2008 administra el blog guadalcanalfundacionbenalixa, centrado en la Historia y la actualidad local.


Aparte, ha promocionado y editado obras importantes sobre Guadalcanal. Así:

·       En 2003, editó El Santuario de Ntra. Sra. de Guaditoca, de Antonio Muñoz Torrado.

·       En 2005, Otoño en Benalixa, de Andrés Mirón.

·       En 2006, la Historia de Guadalcanal, también de Andrés Mirón.

·       Y en 2015, El Rabazo, de Manuel Barbancho.


Pero no concluye con esto la intensa actividad de Ignacio, pues también le hemos de atribuir:

·       La autoría de varios videos locales.

·       La recuperación de la Revista de Semana Santa.

·       La elaboración de trípticos sobre las iglesias, conventos y otros monumentos destacados de Guadalcanal.

·       La recopilación de más de 1.200 fotografías antiguas.

·       Más otros proyectos con los que nos sorprenderá en fechas próximas.

En definitiva, como se aprecia, un currículo extenso y rico, merecedor de nuestro agradecimiento y reconocimiento, como ahora lo estamos haciendo los aquí presentes.

Sin embargo, más importante que el currículo es la persona afable, cariñosa y solidaria que cada día pasea las calles de su Guadalcanal de alma, ofreciéndose para escuchar y ayudar en aquello que queda a su alcance.

Cuenta Ignacio que, como comenzó su vida laboral con sólo 14 años, no tiene más estudios que los primarios. Entendemos que se refiere a títulos oficiales, pues otros importantes estudios no reglados sí que los tiene, como aquellos adquiridos en su aprovechada vida, absorbiendo como esponja todo cuanto le era preciso para desenvolverse con soltura y eficacia.

Así es Ignacio, una persona que asume y acepta retos, como éste que le tiene hoy aquí, la autoría del libro GUADALCANAL SIGLO XX (1931-1940), al que le ha dedicado mucho tiempo, el que ha estimado preciso, robándoselo al descanso y a la familia, leyendo todo lo relacionado con los trágicos sucesos de la época enmarcada, y superando barreras que parecían infranqueables.

Fruto de ello, aquí están las 350 páginas que lo integran, con 625 notas al pie y 85 fotografías, centrado especialmente en los sucesos ocurridos en Guadalcanal durante la Guerra Civil, triste y complicado episodio de nuestra dilatada historia, nada fácil de afrontarlo, pero que Ignacio lo ha abordado con valentía, ecuanimidad y compromiso, relatando con viveza y emoción escenas y situaciones dramáticas que afectaron a los españoles de aquella época dominada por la intransigencia y la mala práctica política.

Por esta última circunstancia, la intransigencia y la mala práctica política que el 18 de julio de 1936 abolió el derecho a la vida en España, este libro debería ser objeto de lectura obligatoria para los políticos actuales, especialmente de aquellos que miran más hacia su ombligo que por los intereses generales.

Pues bien, centrándonos en el libro, sigue Ignacio en su redacción una acertada metodología, ofreciendo un capítulo para cada uno de los años de la complicada década, abordando en cada capítulo, en primer lugar un resumen de la situación nacional, después otro sobre la internacional, concluyendo con el relato de los hechos acontecidos en Guadalcanal.

Para este último apartado, utiliza una fuente directa, como la representada por las actas capitulares del ayuntamiento y los fondos del juzgado, y otra no tan directa, como la ofrecida por la prensa de una y otra tendencia, situando así al lector en la realidad política, social, económica y cultural del momento.

De los años más álgidos, el autor recoge los terribles  relatos de testigos directos afines a una y otra causa, narrando hechos sangrientos que aquí en Guadalcanal adquirieron unas dimensiones extraordinarias, por cruentas, que tuvieron su proyección hasta fechas en las que la dictadura ya estaba bien asentada.

Finalizamos esta presentación, remitiéndoles a la lectura sin ira de los testimonios recopilados por Ignacio, a quien felicitamos por su excelente y laborioso trabajo, animándole a proseguir con sus inquietudes e investigaciones.

Felicitamos igualmente a Asunción, por lo que le corresponde, agradeciéndole que, junto a  Eva María y Úrsula, asuman como naturales las ausencias del investigador.

Gracias Ignacio.

Sigue así.

Un abrazo.

Manuel Maldonado Fernández

Guadalcanal, 23 de julio de 2016.

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Acto seguido tomó la palabra el autor, don Ignacio Gómez Galván, que se expresó en los siguientes términos:

 

Ante todo, quiero agradecerles su presencia a este acto de presentación de mi libro, extensiva también a mi amigo Manolo Maldonado, que con sus palabras y elogios, me ha animado a encarar este acto y a seguir indagando en la historia de Guadalcanal, para empezar el próximo libro.

Como él dice, nos podíamos haber conocido en muchos lugares de Guadalcanal, ya que desde pequeño (nació en el cercano pueblo de Trasierra), nos empezó a visitar, sobre todo en el verano para disfrutar de nuestra piscina municipal. Fue como ha dicho en nuestro archivo municipal, porque si Luisa la responsable del archivo no nos desmiente, creo hemos sido de los usuarios más asiduos.
 
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A continuación, centró su discurso relatando los objetivos y el procedimiento seguido en la redacción del libro:


Desde hace muchos años, he querido escribir un libro sobre la historia contemporánea de Guadalcanal, sobre todo, desde que fui el editor hace diez años, del escrito por Andrés Mirón.

En principio, quería haber hecho un libro con toda la historia del Siglo XX, pero resulta que me encontré con un rinoceronte difícil de digerir, porque afortunadamente, tenemos tanto el archivo municipal, como el del juzgado, con mucha documentación y la mayoría de ella muy bien organizada. No puedo opinar del archivo parroquial, porque no he podido tener acceso, por problemas burocráticos.

Ante el dilema de por dónde empezaba (que normalmente todo el mundo dice que se debe empezar por el principio) opté, y ahora me alegro -por lo que explicaré a continuación- por escoger este periodo de 1931-1940, que como todos sabéis, fue el más conflictivo del siglo XX, no sólo en Guadalcanal, sino en toda España.

Empezar la casa por la segunda planta, me obligaba por lo menos, a poner en antecedentes a los posibles lectores, de cómo era Guadalcanal en el periodo que íbamos a contar.


 Así el libro que hoy les estoy presentando, empieza con un preámbulo de 40 páginas (sí, ya sé lo que están pensando, si el preámbulo tiene 40 páginas…). Pero no se asusten, aunque tiene estas páginas, la mayoría de ellas son fotografías, en las que vamos a ver los edificios y calles de esa época, la forma de vestir de los vecinos, las fiestas, romerías, las calles empedradas. etc… es decir, para que los que no son muy aficionados a la lectura, se animen, al ver que el libro aunque tiene muchas letras, también aparecen numerosas fotografías, en total  85 en todo el libro. Este preámbulo se completa con una relación de las diferentes industrias que había en estas fechas, con todos los alcaldes, jueces y también los sacerdotes del siglo XX que hubo en las tres parroquias. Además he relacionado todos los apellidos y apodos y también he incluido las calles de la época, donde aparecen los diferentes nombres que han tenido y las fechas en que fueron cambiando. Esta parte no es que haya que aprendérsela como la lista de “los reyes Godos”, pero creo que será interesante para futuras consultas.


Como ha dicho Manolo Maldonado, a partir de aquí, voy contando lo que ocurre en Guadalcanal cada día, partiendo de las actas municipales, datos de juicios, noticias en los periódicos y otros datos encontrados durante la investigación, finalizando cada año con los datos estadísticos, de nacimientos, matrimonios y defunciones.


Van a ir encontrado por ejemplo, cuando se inauguró la torre del reloj, o cuando se usó por primera vez el teléfono, no el móvil que ahora llevamos todos, sino aquél que al descolgar salía la voz de Remedios Rojo y preguntaba: ¿número, por favor? y tú le decías: Ponme con el Casino, o ponme con la Florida, o ponme con Llinares.

Van a poder leer algunas de las canciones de carnaval que cantaba la Murga de Palote. También las andanzas de nuestro equipo de fútbol que entonces se llamaba Ateneo  Deportivo. Las poesías de Agustín Capitán Álvarez o la presentación de libros de Muñoz Torrado, o los estrenos de Luis Chamizo, que en esa época vivía en Guadalcanal.

Otra de las cosa que he visto y ustedes leerán, es que la historia se repite y para muestra un botón. El día 12 de mayo de 1932, el periódico ABC informa de un telegrama redactado por el presidente del Casino Nuevo Círculo de Guadalcanal y dirigido al Presidente del Consejo de Ministros: Decía así: “En nombre ciento cuarenta socios Casino Nuevo Círculo, pido separación Cataluña, única forma, entendemos, de evitar que el pueblo que los ha enriquecido sea víctima propiciatoria”.


Como es normal, en este periodo de nuestra historia, el capítulo del año 1936 es el que más ocupa; en total 75 páginas. En ella van a vivir día a día todo lo que fue ocurriendo en Guadalcanal desde el fatídico Golpe de Estado del 18 de julio. La destrucción de las imágenes en todas las iglesias, la muerte en los primeros días de vecinos de derecha, al igual que los vecinos de izquierda que murieron o fueron detenidos, tras la entrada del Comandante Rodrigo el 19 de agosto.


Para contar todo esto, aparte de la documentación consultada en archivos y la prensa, he contado con el testimonio de una serie de personas, que nos van a ir narrando cómo vivieron esos días. Niñas de 5 y 7 años, como es el caso de mis tías Antonia y Jesusa, o jóvenes veinteañeros como Rafael Torrado, Antonio y Manuel Cabeza, José Muñoz y algunos más, en total 19 testimonios orales, que de otra forma no hubiésemos encontrado en ningún sitio, y que si hubiéramos esperado más tiempo -por ley de vida- se habrían perdido.


Aunque la guerra terminó el año 1939 y el periodo del libro finalizaba en 1940, me quedaba un dilema; cerrar el libro porque el periodo elegido había terminado o intentar completarlo, porque para muchos vecinos de Guadalcanal, la guerra no terminó el uno de abril de 1939. Así que opté por incluir un Epílogo de unas 45 páginas, donde cuento lo que le ocurrió a muchos vecinos, durante los primeros años de la pos-guerra.


Cuando ahora veo los miles de refugiados que llegan de Siria, no puedo olvidar lo que debieron sufrir nuestros vecinos en aquellos primeros días del Golpe de Estado, cuando a mediados de agosto tuvieron que marchar de Guadalcanal. Mi tía Antonia me contaba (tenía cinco años en aquellas fechas) que mi madre las cogió a ella y a mi tía Jesusa, que tenía dos años más, y andando llegaron primero hasta Azuaga y después hasta Granja de Torrehermosa, donde pudieron coger un tren que las llevaría a Gabaldón, un pueblo de la provincia de Cuenca, donde pasaron toda la guerra. Todavía se acuerda mi tía después de 80 años, del estribillo de una canción que algún paisano compuso y que decía: Debajo de la escalera / del pueblo de Gabaldón / estaba Pepe Pajita / tocando el acordeón.

También José Luis Ceballos dejó escrita su historia, que amablemente su viuda me prestó y cuenta como salieron de Guadalcanal toda la familia con las cuatro cosas que se pudieron llevar en un burro, animal que poco tiempo les acompañó, ya que cuando iban por Azuaga sufrieron un  bombardeo y cada uno se cobijó donde pudo. El padre para ir a buscarlos le dejó el burro a un amigo, y cuando volvieron, ni apareció el amigo ni el burro.


 Historias como éstas, van a encontrar muchas durante el recorrido por el libro, ya que ha sido muy importante la aportación oral que me han hecho muchas personas, bien directamente, o por mediación de sus viudas, hijos o nietos. Datos –como he dicho antes- que hubieran sido imposible de encontrar en ningún archivo.


Por ejemplo, según nos contó Amaro Gordón, su padre y otro vecino se fueron juntos hasta Azuaga. Estando allí se presentaron las madres de ambos, diciéndoles que le habían dicho que podían volver a Guadalcanal, que no tendrían ningún problema. El padre de Amaro no se lo creyó y se marchó. Sí lo hizo su compañero. A las 24 horas de llegar al pueblo, fue fusilado.

Verán también que en algunos temas me he extendido mucho, por ejemplo, en el año 1937 aparece el expediente que le abrieron al doctor Eusebio Mirón Villagrán, precisamente por denuncias de otra familia de derecha de Guadalcanal. Pero es que en las 30 páginas que ocupa, no solo nos enteramos de las posibilidades de defensa que tuvo Eusebio Mirón, sino que por las declaraciones de testigos, vamos viendo como sucedieron los hechos en Guadalcanal durante la noche del 18 de julio y días posteriores. Si a otros vecinos de nuestro pueblo les hubieran dado las mismas posibilidades de defensa, quizás el número de muertos hubiera sido menor.

También leeremos los pensamientos de algunos vecinos camino del cementerio para ser fusilados, y que por una serie de circunstancias, tuvieron la suerte de sobrevivir y poder contar las peripecias que vivieron posteriormente en su huída. Igualmente lo que nos cuenta Concepción García, de las circunstancias por las que murió su padre y también la historia que nos narró Manuela Veloso, sobre la muerte de su tía y la respuesta que su tío dio al comandante Rodrigo, sobre su prima Plácida. Estas y otras varias decenas de historias son las que van a encontrar en este libro, al que he dedicado los últimos cinco años.

Otro dato que nos da una idea de la cantidad ingente de vecinos que se marcharon, lo verán cuando comparen los habitantes al 31 de diciembre de 1935, con los que había en la misma fecha del año 1936, donde faltaban 2.481 vecinos, un 33% de los habitantes. Así que si nos sorprendemos de lo que ahora están viviendo los sirios, figúrense, cuantas historias nos podrían contar estos 2500 paisanos nuestros, que tuvieron que vagar por España y Francia, por lo menos, durante cuatro años.

También he encontrado en el Juzgado Municipal, escritos de diferentes Juzgados del Ejército, donde aparecen las sentencias de 263 vecinos, con condenas desde pena de muerte a varios años.

Igualmente van a poder leer los nombres de todos nuestros paisanos que estuvieron trabajando en el denominado “canal de los presos” (29), así como relación de todos los que murieron en Alemania, defendiendo la democracia y la libertad (7).

A lo largo de estos cinco años, he recibido el apoyo y la colaboración de muchas personas, pero como no quiero que pase como en la entrega de los Oscar o los Goya, al final del libro aparecen y me temo que alguno se me habrá olvidado. Sin embargo si quiero agradecer a mi esposa Mª Asunción y a mis hijas Eva y Úrsula, todo lo que me han ayudado en estos cinco años… y lo que les queda que ayudarme. 

A pesar de los muchos nombres que he logrado reunir, estoy seguro que tras la lectura del libro, echarán en falta a algún familiar o persona conocida que no aparece. Estoy abierto a recibir cualquier información y me comprometo a añadirlos en una posible segunda edición.

Por último quisiera terminar con una frase de José Ortega y Gasset, de su libro “La Rebelión de las Masas”, que también aparece en el libro.

  Negar el pasado es absurdo e ilusorio, porque el pasado es lo natural del hombre, que vuelve a galope. El pasado no está ahí y no se ha tomado el trabajo de pasar para que lo neguemos, sino para que lo integremos.

Que así sea. Muchas gracias


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A continuación, agradecido, se prestó el autor a firmar un centenar largo de ejemplares a otros tantos paisanos.
 

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Aparte la emisora Cope-Sierra Norte, un buen número de periódicos se hizo eco del evento:
 
 
 

 

sábado, 1 de octubre de 2016

El SEÑORÍO DEL DONADÍO DE GUADALCANAL


(Art. publicado en la Revista de Feria, Guadalcanal, 2016)
 
Para aproximarnos a la realidad social y económica que se daba en Guadalcanal a mediados del XVIII, la mejor propuesta consiste en consultar los fondos documentales localizados en el Archivo General de Simanca, donde se custodian las respuestas a las cuarenta preguntas formuladas para elaborar el Catastro de Ensenada, con las que el marqués de este nombre perseguía conocer la realidad socioeconómica del Reino. Así, una vez conocida, pretendía aplicar una fiscalidad más racional y equitativa entre los súbditos, sustituyendo el arcaico y caótico sistema de Rentas Provinciales por una Única y Universal Contribución, que perseguía aunar los múltiples ramos impositivos existentes, distribuir más equitativamente la carga tributaria y abaratar el coste recaudatorio.
Para ello, a cada pueblo del reino se mandó un mismo cuestionario constituido por 40 preguntas, a contestar por los miembros del Ayuntamiento y peritos locales, todo ello ante un comisario político. De esta manera, se pretendía conocer de primera mano:
-      La extensión del término de cada pueblo, especificando el uso y aprovechamiento de sus distintos predios, así como su calidad (1ª, 2ª, 3ª o inútil), productividad y rentabilidad.
-       El reparto de la riqueza urbana, rústica y pecuaria entre el vecindario y las instituciones asentadas en cada pueblo (concejo, encomienda, fábrica de las parroquias, conventos…), así como las actividades agropecuarias (sector primario), artesanales (sector secundario) y mercantiles (sector terciario) en las que se ocupaban sus vecinos.
-      El número de vecinos, la carga tributaria que les afectaba (servicios reales y rentas de vasallaje) y los mecanismos arbitrados para recaudarla.
-      Y los beneficiarios de estos impuestos y tributos (la Hacienda Real, la encomienda, la Mesa Maestral u otras entidades facultadas para ello).
Para lograr más precisión, cada Ayuntamiento se ocupó de averiguar la situación familiar y hacendística de todos y cada uno de sus vecinos, recopilando las denominadas respuestas catastrales particulares, a través de las cuales se obtuvo información jurada de cada unidad familiar, donde se reflejaba el nombre del cabeza de familia, la composición de la misma y los bienes raíces, riqueza pecuaria u otras rentas obtenidas por sus distintos miembros. Por lo general, estas respuestas particulares han desaparecido de los archivos locales, encontrando pocos casos entre los pueblos santiaguistas del entorno que los conserven. Por fortuna, uno de ellos es Guadalcanal, constituyendo los diversos legajos dedicados a este asunto la mejor herramienta posible para conocer la realidad socioeconómica que imperaba en la villa a mediados del XVIII.
El material está custodiado en el Archivo Municipal de Guadalcanal; sólo falta que alguien disponga de tiempo y paciencia para tratar los datos estadísticamente, extrapolando las conclusiones precisas, que mucho ayudarían a conocer y comprender la particular historia de nuestra villa, y la de la Extremadura santiaguista en general.
Ojeando los legajos citados, adelantamos que contiene una relación nominal de todos y cada uno de los vecinos o cabezas de familia de Guadalcanal, considerando también a aquellos forasteros con propiedades rústicas, urbanas o pecuarias en el término. Los distintos vecinos van apareciendo en los libros por el orden alfabético del nombre de pila, tuviesen o no propiedades catastrales, dejando para el final de cada letra a las viudas cabeza de familias y a las solteras con propiedades.
A ojo de buen cubero, deducimos que aproximadamente el 80% de las tierras del términos pertenecían al concejo (bienes de propio) y al común de vecinos (dehesas comunales y baldíos). Con las rentas derivadas de los bienes de propio concejiles, el cabildo abordaba los intereses de las deudas que el concejo venía arrastrando desde finales del XVI, sensiblemente aumentadas a lo largo del XVII, además de atender a los gastos derivados de la administración y gobierno del concejo. Es más, como con las referidas rentas no  lograban sanear las deudas, desde mediados del XVII, y tras distintas facultades reales, también habían conseguido asimilar como bienes de propio parte de los baldíos comunales, arrendando sus aprovechamientos para amortiguar la deuda concejil y atender a los requerimientos fiscales de la hacienda real.
El 20% restantes de las tierras del término pertenecían o estaban administradas por el supernumerario clero local (cinco conventos, tres parroquias, tres beneficios curados y numerosas capellanías y memoria de misa) y a vecinos particulares (sobre un 5%), cuya titularidad  se venía transmitiendo de generación en generación, sin poder precisar con exactitud el origen de la misma, tratándose, en cualquier caso, de propiedades rústicas de escasa identidad superficial, aunque de buena calidad. La excepción estaba representada por la presencia de una finca denominada Donadío, que pertenecía a un forastero vecino de la ciudad de Vitoria.
En efecto, en 1752 la finca en cuestión pertenecía a don Joseph de Esquivel, vecino de la ciudad de Vitoria, según reza en los libros que recogen las respuestas particulares de los vecinos y propietarios de Guadalcanal. Textualmente:
Tiene una pieza de tierra de cavida de ciento y zinquenta  y ocho fanegas, trentayuna della de secano y primera calidad,  ochenta y cinco de la segunda y treinta y ocho de tercera, todas de puño en sembradura de trigo del término, y las cuatro restante ynútiles por su naturaleza, consistente al sitio de la dehesa del Donadío, distante una legua de la población. Confronta al levante con tierras de don Ygnacio Ortega, al norte con el camino de Llerena, al poniente con el término de Fuente del Arco y al sur con tierra de los Padres de la Compañía de Jesús de la ciudad de Llerena, y su figura es la del margen. Y tiene una casa…
 
La descripción es bastante precisa, identificando el heredamiento y donadío con la finca que en la actualidad responde al nombre de Bodega del Rey, justo en el límite entre las actuales comunidades autonómicas de Andalucía y Extremadura, en la umbría de la sierra que aparece a mano derecha de la carretera cuando viajamos de Fuente del Arco a Guadalcanal.
Intuimos que don Joseph de Esquivel Rivas y Verastegui nunca puso un pie en Guadalcanal. En realidad, para más precisión, don Joseph sólo era dueño consorte del Donadío, siendo su esposa, doña Antonia Javiera Peralta de Cárdenas y Salcedo (1719-1803), IV marquesa de Legarda, la dueña y heredera del señorío del Donadío, que ésta era la verdadera situación jurisdiccional de la finca descrita en tiempos anteriores, aunque ya para 1752 sus poseedores habían renunciado al desempeño de la jurisdicción en su terrazgo, dejándola en manos de las justicias (alcaldes) de Guadalcanal.
La marquesa y su esposo, que contrajeron matrimonio en 1736, también ostentaban los títulos de vizcondes de Villahermosa y de Ambite, así como los de señores del Donadío, Valtierra, Villanueva de Mingorría, San Esteban de los Patos y de la Torre Fuerte de Salcedo. En el año 1745 tuvieron su primer hijo, llamado Ignacio de Esquivel, que sucedió en los títulos nobiliarios descritos.
Pero ¿cómo llegó a manos de la marquesa la posesión de Donadío? ¿Quiénes fueron sus primeros poseedores? Para la  primera de las preguntas tenemos la oportuna respuesta, pero no para la segunda. En realidad, sólo tenemos noticias del señorío del Donadío a partir de finales del XV, cuando estaba en manos de don Luis de Toro Ulloa y su esposa, doña Beatriz de Sotomayor, progenitores de otro don Luis de Toro y Ulloa, que casó con doña Mencía de Solís. Fruto del matrimonio anterior nació doña Beatriz de Toro y Ulloa, quien aparece en todas las referencias genealógicas consultadas como señora del Donadío de Llerena, cuando en realidad debería decir señora del Donadío de Guadalcanal.
Por lo que hemos podido averiguar referente a la repoblación de estos dominios santiaguistas, en algún momento no precisado de finales del XIII, saltándose el principio de la distribución comunal de los terrazgos que presidió la repoblación de su dominios extremeños, la Orden de Santiago, o el monarca de turno, debió donar a uno de sus deudos la propiedad y alguna suerte de jurisdicción del predio citado que, pasando de generación en generación, en 1752 estaba en manos del referido José de Esquivel. Antes, a finales del XVI, el predio que nos ocupa representaba una entidad independiente a la hora de pagar los servicios ordinarios y extraordinarios a la Hacienda Real (como si de un concejo se tratase), según hemos podido comprobar en la liquidación que hizo Juan de Portillo, arrendador de los servicios ordinarios y extraordinario de la Provincia de León de la Orden de Santiago en Extremadura, cuyo cobro entonces se centralizaba en Llerena.
Considerando este aspecto, retomamos los datos genealógicos que relacionan a doña Beatriz de Toro y Ulloa (señora del Donadío) con el don Joseph de Esquivel Rivas y Verastegui que aparece en las respuestas particulares de los vecinos Guadalcanal al Catastro de Ensenada.
A doña Beatriz la suponemos vecina de Llerena, como a sus ascendientes. Sabemos que casó a mediados del XVI con don Garcí López de Cárdenas, alférez mayor de Llerena, nieto del primer conde de la Puebla del Maestre (Alonso de Cárdenas, como su abuelo el último maestre santiaguista) y padre de don Luis de Cárdenas. Este último después sería V conde de la Puebla, una vez agotada la línea sucesoria del segundo hijo de doña Juana de Cárdenas, hija del maestre Alonso de Cárdenas, y Pedro Portocarrero (señor de Moguer y de Villanueva del Fresno), segundogénito del Juan Pacheco, también maestre de la Orden de Santiago).
Pues bien, el citado don Garcí López, una vez que su hijo don Luis obtuvo la tenuta del condado como V conde de la Puebla del Conde (hoy del Maestre), cedió el señorío del Donadío y el alferazgo de Llerena a su hija doña Elvira de Cárdenas y Toro, natural de Llerena, que  casó en 1587 con don Urbán de Peralta Calderón (1555-1661), vecino de Madrid, caballero de la Orden de Alcántara y señor de la Casa de Peralta en Madrid.
Del matrimonio anterior nació don Alonso de Peralta y Cárdenas, señor del Donadío, Valtierra, Mingorria y los Patos, I vizconde de Ambite y alférez mayor de Llerena, protagonista de una interesante historia como embajador de Felipe IV en Londres. Murió sin descendencia, por lo que sus títulos pasaron a su hermano Luis, que sigue.
Don Luis de Peralta y Cárdenas asumió todos los títulos de su hermano, al margen de aquellos otros a los que se hizo acreedor: caballero de la Orden de Santiago, gentil hombre de la boca de S. M, mayordomo de la infanta Isabel Clara Eugenia, corregidor de Antequera, ministro del Consejo de Hacienda... Casó cinco veces: la primera vez con su prima doña Juana de Peralta, de quien nació el erudito Gaspar Ibáñez de Segovia, I marqués de Mondejar; en quintas nupcias lo hizo con doña Isabel de Guzmán, de cuyo matrimonio nació, entre otros, don Luis de Peralta, que sucedió en todos los títulos acumulado por el mayorazgo familiar.
Este otro don Luis casó en 1679 con doña Bernarda de Salcedo y Mendoza, II Marquesa de Legarda, añadiendo este nuevo título al mayorazgo familiar, todos ellos heredados por don Juan José de Peralta y Cárdenas, que casó con Teresa Vivanco. Del matrimonio anterior nació doña Antonia Javiera de Peralta, III marquesa de Legarda y esposa del don Joseph Esquivel Rivas y Verastegui que aparece como dueño y señor del Donadío en las respuestas particulares de Guadalcanal al Catastro de Ensenada.
Pues bien, dentro del Catálogo del Patrimonio de  Inmuebles de Andalucía se incluye la referida Bodega del Rey, como un antiguo lagar (www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/resumen.do?id=i8307). Los autores de la ficha correspondiente a los edificios del antiguo Donadío desconocían las circunstancias que hemos descritos, aunque de alguna manera dejan recogido que se trataba de una edificación relacionada con los usos y costumbres extremeños. En la ficha dedicada al citado edificio, se contempla de forma resumida lo que sigue:
 

 Constituye un conjunto de medianas dimensiones difícil de apreciar unitariamente por las constantes agregaciones de que ha sido objeto, incluso en nuestros días. Con anterioridad al siglo XIX debió consistir en un lagar, transformado durante esa centuria en almazara (como en el resto del término de Guadalcanal: primero la vid y después el olivo), para lo cual serían recrecidas las torres de contrapeso y ampliada la nave de molienda y prensa. La adición de elementos constructivos le confiere una imagen externa un tanto anárquica y acumulativa…
 
…En el lado opuesto del conjunto destaca uno de los elementos de mayor interés y originalidad, la capilla, que debió atender las necesidades litúrgicas no sólo de este núcleo sino de la población dispersa de la zona (…) En el altar todavía subsiste una pequeña hornacina avenerada entre toscas columnas, rematada por el anagrama mariano (M), entre tarjas y lirios de yeso, todo de mediocre factura e impresión dieciochesca. La cubierta es a cuatro aguas, rematada tan sólo por un sencillo remate prismático…
…La nave de la almazara, desarrollada de oeste a este, es sumamente peculiar, pues se aparta de las habituales en las haciendas y molinos sevillanos al compartimentar su espacio rectangular mediante arcos transversales, de medio punto, que arrancan de gruesos pilares concebidos a modo de contrafuertes internos (…) Adyacentes a la nave de la almazara se sitúan tres estancias habitables, sin duda destinadas a gañanes y temporeros, algunas todavía con chimeneas de campana…
…En algún momento de las décadas finales del siglo XIX o principios del XX, la almazara fue industrializada; recuerdo de esta circunstancia son el molino de rulos, provisto de tolva con cargador mecánico, una prensa hidráulica y otros artefactos inutilizados en la actualidad. La bodega debió estar localizada al este, quizás en una disposición norte-sur, en un área hoy ocupada por modernas naves de almacenamiento.
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